En el mes de abril también tenemos podcast esta vez más casero que nunca, grabamos cada una desde nuestras casas, de ahí que la calidad no sea tan buena como otras veces pero el cariño es el mismo o más.
En esta nueva entrega podréis escuchar mi entrevista a Marta Cantero y Rogelio Herrero promotores de Teatro Paladio una compañía teatral que trabaja con personas con capacidades diferentes. Además Amparo Quintana nos invita a que nuestro pensamiento no teme asiento y nos da una mirada a su manera a este momento curioso que nos ha tocado vivir. Sonia Jiménez Romero trae «Bienvenidos a Marwen» una película que habla de cómo es posible superar los traumas a través de la imaginación y el arte. .El broche lo pone Ana Lía de Urán con el libro sobre Rodin escrito por el poeta Rilke.
¡Esperamos que os guste!
También podéis escucharlo aquí o en
Al inicio del podcast leo una poesía de Valeria Corre Fiz llamada «Recuerdos de un albañil» os la dejo completa para que la disfrutéis, a mí me ha resonado al momento que estamos viviendo.
RECUERDOS DE UN ALBAÑIL
A Bruno Di Benedetto,
The Eye and The Inspiration
Hace treinta años yo
Iba y venía entre alambres.
Arena, hormigón y ladrillos eran mi paisaje.
Llevaba las manos llenas de callos
y la cara enrojecida por el sol y el viento.
Caminaba sin pensar por un estrecho andamio de madera
(con mono azul, como un mono),
A veinte metros de la caída o el salto.
Lo cruzaba silbando, no tenía miedo al vacío
porque me hice hombre, balanceándome como un crío en un
columpio de alturas,
haciendo equilibrio
como una delicada trapecista
con la música.
Allá abajo no estaba sólo la muerte:
estaba la posibilidad efímera del vuelo.
Iba y venía:
la boca llena de clavos donde debía estar la lengua,
el martillo en la mano de las caricias,
un bocata en el bolsillo que nunca saciaba el hambre
y los tentáculos del corazón suspendidos en el aire.
Allá arriba tenía los ojos siempre mojados:
cuando había sol o viento, se me saltaban las lágrimas,
si pagaban el jornal, lloraba de felicidad y codicia,
si empezaba a llover,
se me empapaba la cara.
No lo sabía entonces, pero esos esfuerzos se parecen a vivir:
el cuerpo a merced del tiempo,
el vértigo, el hambre,
las lágrimas y la felicidad;
el oficio sanguíneo,
la búsqueda del motor del equilibrio y la lujuria,
la tentación de dejarse caer, la de salto,
siempre amando el filo, el reborde
como una obstinada mula desea el precipicio.
Pero sobre todo tenía entonces
un puro amor por el aire
que en cualquier momento se nos acaba,
y nos deja la obra a medio hacer, en andamios:
a usted y a mí, que a veces nos creemos eternos.
Valeria Correa Fiz
“El invierno a deshoras”
Poesía Hiperión